miércoles, 18 de enero de 2012

"El Regalo
(un cuento para el
día de la Paz)

Érase una vez un pueblo perdido entre las montañas donde sus
habitantes se trataban muy mal y eran muy agresivos entre sí. Siempre se
estaban insultando; discutían por las cosas más insignificantes y claro,
constantemente surgían peleas y conflictos violentos.
Los niños y niñas del lugar aprendían, desde muy pequeños, a pelearse
porque estaban acostumbrados a ver a sus mayores hacer lo mismo con
mucha frecuencia:
-¡Eres un inútil!
-¡Y tú una payasa!
-¡Anda y vete por ahí, idiota!
Éstas y muchas otras palabras eran las que habitualmente se dedicaban
los vecinos del lugar.
Un día una niña llegó al pueblo. Se llamaba Paz, era la prima de Alberto,
que venía a pasar las vacaciones de verano.
Alberto tenía mucha ilusión en presentársela a sus amig@s pero no
estaba muy seguro cómo iba a reaccionar su prima cuando comprobara lo
malhablados que podían llegar a ser. De todas formas Alberto tenía que
arriesgarse y la llevó al campo del fútbol de la escuela donde estaban
disputando un partido.
-¡Hola chic@s! ¿Qué hacéis?
Hola capullo, íbamos a comenzar el partido.
Esta es mi prima Paz, ¿Puede jugar?
Si sabe, claro que puede.¿Te gusta el deporte?
Sí, desde muy pequeña practico kárate. Soy cinturón negro pero
también me gusta jugar al fútbol y otros deportes.
Al oír esto tod@s se quedaron muy sorprendid@s y pensaron que
debían respetarla y no pasarse con ella.
Comenzó el partido y todo transcurría como era habitual: insultos,Érase una vez un pueblo perdido entre las montañas donde sus
habitantes se trataban muy mal y eran muy agresivos entre sí. Siempre se
estaban insultando; discutían por las cosas más insignificantes y claro,
constantemente surgían peleas y conflictos violentos.
Los niños y niñas del lugar aprendían, desde muy pequeños, a pelearse
porque estaban acostumbrados a ver a sus mayores hacer lo mismo con
mucha frecuencia:
-¡Eres un inútil!
-¡Y tú una payasa!
-¡Anda y vete por ahí, idiota!
Éstas y muchas otras palabras eran las que habitualmente se dedicaban
los vecinos del lugar.
Un día una niña llegó al pueblo. Se llamaba Paz, era la prima de Alberto,
que venía a pasar las vacaciones de verano.
Alberto tenía mucha ilusión en presentársela a sus amig@s pero no
estaba muy seguro cómo iba a reaccionar su prima cuando comprobara lo
malhablados que podían llegar a ser. De todas formas Alberto tenía que
arriesgarse y la llevó al campo del fútbol de la escuela donde estaban
disputando un partido.
-¡Hola chic@s! ¿Qué hacéis?
Hola capullo, íbamos a comenzar el partido.
Esta es mi prima Paz, ¿Puede jugar?
Si sabe, claro que puede.¿Te gusta el deporte?
Sí, desde muy pequeña practico kárate. Soy cinturón negro pero
también me gusta jugar al fútbol y otros deportes.
Al oír esto tod@s se quedaron muy sorprendid@s y pensaron que
debían respetarla y no pasarse con ella.
Comenzó el partido y todo transcurría como era habitual: insultos,
chillidos, patadas, escupitajos, achuchones, etc,... pero nadie se atrevía a
dirigir una palabra malsonante a Paz.
De repente, el balón llegó a los pies de Paz y chutó con todas las fuerzas
que le permitían sus fuertes piernas de karateca. El balón salió despedido
tan alto que fue a parar al tejado de la casa de enfrente, con tan mala
fortuna que se pinchó.
L@s chic@s se indignaron tanto que empezaron a insultarla, a dedicarle
las palabras más sucias y horribles que pasaban por sus pequeñas mentes.
Pero ella no dijo nada, ni si quiera se movió; no hizo el más mínimo caso, y
se quedó callada, mirándolos fijamente, con el rostro tranquilo.
Cuando l@s chic@s cayeron en la cuenta de lo que estaban haciendo,
huyeron despavoridos por temor a que ella se defendiera. Paz ni se
inmutó, permaneció quieta mirando como huían.
Por la tarde, Paz se encontraba en su casa cuando sonó el timbre de la
puerta y salió a abrir. ¡Qué sorpresa se llevó! Era su primo Alberto, y
venía acompañado de toda la pandilla:
¡Hola Paz!
¡Hola Chic@s! ¡Qué sorpresa tan agradable! ¿Cómo estáis?
Verás, venimos a disculparnos porque creemos que nos hemos pasado
contigo esta mañana en el partido.
¡Ah! ¿Es eso? No tiene la más mínima importancia; por mí seguimos
siendo tan amigos como antes.
Para celebrar la reconciliación se fueron a continuar el partido que se
había interrumpido por la mañana. De camino al campo de fútbol, uno de
los chicos le preguntó a Paz.
¿Me permites que te haga una pregunta que me está rondando la
cabeza?
Sí, claro, todas las que quieras, adelante.
Sabemos que puedes defenderte muy bien, en cambio no nos hiciste
nada cuando te dijimos esas cosas tan horribles, ¿por qué?
Ella le respondió con una pregunta:
Si yo te traigo un regalo y no lo aceptas, ¿para quién es el regalo?
Sigue siendo tuyo Paz, puesto que no lo he aceptado- contestó el chico.
Pues igualmente con los insultos. Si tú no los aceptas y no haces ningún
caso, no son para ti, sino para quien los dice.

Un chocolate muy especial



Un chocolate muy especial

Mami, mami, hoy llegó una niña nueva a la escuela.
- Que bien cariño, ¿Jugaste con ella?
- No mami, la mordí.
- ¿La mordiste? pero, ¿por qué lo hiciste?, la niña nueva estará muy triste.
- Mami, yo quería probarla.
- ¿Probarla?
- Si mami, la niña nueva es de chocolate y otros niños la llamaron negra.
- ¿De chocolate?, ¿Negra? ¡Oh! Cariño ya entiendo. Ven, acércate, siéntate junto a mi, quiero contarte una historia…




 

Mira hace muchos años, en un país muy lejano existía una pequeña aldea en la que sus habitantes vivían muy tristes, porque el Sol cada día brillaba tan fuerte que solo les quedaba la noche para poder salir fuera de sus casas. Los niños no podían ir a la escuela, los papás no podían ir al trabajo…








Pero mami, hoy también brillaba el Sol fuerte y fuimos a la escuela…
- Tienes razón cariño, pero fíjate, escucha…


En aquella aldea además de brillar muy fuerte el Sol, quemaba tanto, que los campos estaban sin flores, los ríos se secaban y si sus rayos tocaban en la piel de los aldeanos les producía unas quemaduras terribles. Entonces un día una niña pequeña como tú, le dijo a su mamá:
- Mami, esta noche buscaré al Señor Sol y le pediré por favor que deje de quemar nuestros campos, de secar nuestros ríos y de dañar nuestra piel. Él no me da miedo, la noche me
protegerá y yo me cubriré muy bien.

La niña subió muy despacito una gran montaña esperando sin miedo a que el Señor Sol apareciera en el horizonte.
- ¡Señor Sol, Señor Sol!
- ¿ Quién me despierta tan temprano?, Aún no ha amanecido- La voz del Señor Sol era un poco ronca pero la niña no se asustó y continúo llamándole…
- ¡Señor Sol, Señor Sol por favor deje de quemar a mi pueblo!

  
Entonces el Señor Sol abrió sus brillantes y grandes ojos sorprendiéndose al ver a una niña pequeña envuelta en telas de muchos colores, despertándole tan temprano.
- ¿Qué haces aquí pequeña?¿Por qué llevas esas telas?, apenas puedo verte. ¿No tendrías que estar en la escuela?- Le preguntó El Señor Sol un poco disgustado-
Entonces la niña le explico con todo detalle el motivo de su visita.
- Si me quito estas telas, quemarás mi piel clara y me dolerá mucho- El Señor Sol se quedó muy pensativo y transcurridos unos minutos a los que la niña espero pacientemente le dijo:- Eres muy valiente, y tienes un gran corazón porque no solo has venido por ti, así que voy a hacerte un regalo.
Buscó en un bolsillo de su gran bola radiante, sacando de él unos saquitos que entregó a la niña diciéndole: - Mira, dentro de estos saquitos hay unos pequeños escudos mágicos que protegerán tu piel y a todos los habitantes de tu aldea. Tu piel se oscurecerá y estará siempre protegida contra mis fuertes rayos. Para tus campos y tus ríos,
mandaré a mis amigas las nubes para que preparen las estaciones de las lluvias y no se olviden de tu aldea.


La pequeña agradeció al Señor Sol todos sus regalos y marchó rápido hacia la aldea. Al día siguiente, todos los habitantes de la aldea habían puesto ya en su piel los pequeños escudos mágicos que les protegerían de los fuertes rayos solares. Su piel se oscureció, ¡estaban radiantes! Y la aldea volvió a la normalidad.

Mami, entonces, ¿mi amiguita viene de un país lejano?. – Seguramente cariño, sus abuelitos o sus antepasados vinieron de lugares donde el Señor Sol quema mucho y una fina capa de su piel se oscurece para protegerles. Por eso tu pensaste que tu amiguita era de chocolate.
-Gracias mami, mañana le daré muchos besitos a mi nueva amiga, le pediré perdón y jugaremos juntas. Sabes mami, su cara estaba radiante.

martes, 10 de enero de 2012

Dos duendes y dos deseos


Hubo una vez, hace mucho, muchísimo tiempo, tanto que ni siquiera el existían el día y la noche, y en la tierra sólo vivían criaturas mágicas y extrañas, dos pequeños duendes que soñaban con saltar tan alto, que pudieran llegar a atrapar las nubes.
Un día, la Gran Hada de los Cielos los descubrió saltando una y otra vez, en un juego inútil y divertido a la vez, tratando de atrapar unas ligeras nubes que pasaban a gran velocidad. Tanto le divirtió aquel juego, y tanto se rio, que decidió regalar un don mágico a cada uno.
- ¿Qué es lo que más desearías en la vida? Sólo una cosa, no puedo darte más - preguntó al que parecía más inquieto.
El duende, emocionado por hablar con una de las Grandes Hadas, y ansioso por recibir su deseo, respondió al momento.
- ¡Saltar! ¡Quiero saltar por encima de las montañas! ¡Por encima de las nubes y el viento, y más allá del sol!
- ¿Seguro? - dijo el hada - ¿No quieres ninguna otra cosa?
El duendecillo, impaciente, contó los años que había pasado soñando con aquel don, y aseguró que nada podría hacerle más feliz. El Hada, convencida, sopló sobre el duende y, al instante, éste saltó tan alto que en unos momentos atravesó las nubes, luego siguió hacia el sol, y finalmente dejaron de verlo camino de las estrellas.
El Hada, entoces, se dirigió al otro duende.
- ¿Y tú?, ¿qué es lo que más quieres?
El segundo duende, de aspecto algo más tranquilo que el primero, se quedó pensativo. Se rascó la barbilla, se estiró las orejas, miró al cielo, miró al suelo, volvió a mirar al cielo, se tapó los ojos, se acercó una mano a la oreja, volvió a mirar al suelo, puso un gesto triste, y finalmente respondió:
- Quiero poder atrapar cualquier cosa, sobre todo para sujetar a mi amigo. Se va a matar del golpe cuando caiga.
En ese momento, comenzaron a oír un ruido, como un gritito en la lejanía, que se fue acercando y acercando, sonando cada vez más alto, hasta que pudieron distinguir claramente la cara horrorizada del primer duende ante lo que iba a ser el tortazo más grande de la historia. Pero el hada sopló sobre el segundo duende, y éste pudo atraparlo y salvarle la vida.
Con el corazón casi fuera del pecho y los ojos llenos de lágrimas, el primer duende lamentó haber sido tan impulsivo, y abrazó a su buen amigo, quien por haber pensado un poco antes de pedir su propio deseo, se vio obligado a malgastarlo con él. Y agradecido por su generosidad, el duende saltarín se ofreció a intercambiar los dones, guardando para sí el inútil don de atrapar duendes, y cediendo a su compañero la habilidad de saltar sobre las nubes. Pero el segundo duende, que sabía cuánto deseaba su amigo aquel don, decidió que lo compartirían por turnos. Así, sucesivamente, uno saltaría y el otro tendría que atraparlo, y ambos serían igual de felices.
El hada, conmovida por el compañerismo y la amistad de los dos duendes, regaló a cada uno los más bellos objetos que decoraban sus cielos: el sol y la luna. Desde entonces, el duende que recibió el sol salta feliz cada mañana, luciendo ante el mundo su regalo. Y cuando tras todo un día cae a tierra, su amigo evita el golpe, y se prepara para dar su salto, en el que mostrará orgulloso la luz de la luna durante toda la noche.Fuente:cuentosparadormir.com