Roe el ratón el rancio turrón mientras el gato marrón ronronea frente al radiador.Bajo la mesa el perro mueve el rabo esperando poder tragar algo rico que una mano amable le traiga. La cotorra lenguaraz picotea un roscón sin dejar de cotorrear, y el pez rojo tras el cristal de su acuario, gira y gira sin parar.
En torno a la mesa la familia, entre risas y sonrisas, regocijo y regodeo, ruido de sillas y resonar de platos y cubiertos, se apresta para la cena tomar. Y papá pide el fiambre y mamá sirve el marisco, y el peque espera el cordero y el abuelo quiere ser el primero y la abuela le dice espera, espera, no seas tan impaciente, mientras la hija mayor toca el pandero en si bemol.
Aguardan en otra mesa su turno para agradar peladillas y turrones, mantecados y alfajores, mazapanes y polvorones y más dulces, a montones.
El ratón, ante tanto ruido, corre hacia el gato marrón, y se esconde bajo su enroscada cola, entre pasmado y divertido. El perro, más arrojado, ladra y gruñe, gruñe y ladra, y decide él también alborotar y se acerca al gato animándolo a maullar. La cotorra, parlanchina, no precisa de más y, aclarando su garganta, se lanza ella también a cantar.
El pez, pobrecito, como nunca aprendió a hablar se divierte haciendo burbujas en su acuario, tras el cristal.
En una esquina un gran árbol brillante, titilante, deslumbrante y radiante de felicidad mira al ratón, al gato, al perro, a la cotorra y al pez. Mira a papá y a mamá, mira al abuelo y la abuela, mira al nene y la nena, zarandea sus ramas haciendo a sus adornos tintinear y consigue con sus luces el ritmo marcar y quisiera tener lengua para poder bien fuerte gritar que tengan todos una muy Feliz Navidad.
Fin
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